viernes, 15 de abril de 2011

Caída en el Camino al Calvario. RAFAEL SANZIO

                                                         
Autor: Rafael Sanzio de Urbino.
Título: Caída en el camino del Calvario, o El Pasmo de Sicilia
Cronología: Hacia 1516
Técnica: Óleo
Soporte: Lienzo (Se pasó de tabla en París entre los años 1816-1818).
Medidas: 318 cm x 229 cm
Escuela: Italiana
Tema: Religioso, de los Evangelios Apócrifos.
Expuesto: Museo Nacional del Prado, Madrid.

 En esta obra la figura con mayor importancia es Cristo, caído bajo la cruz, precedido y seguido por soldados y sayones, dice a las cinco santas mujeres: No lloréis por Mí; llorad por vosotras y por vuestros hijos.
El autentico tema del retablo es la mirada mutua que existe entre la Virgen y Cristo, quien tropieza por el peso de la cruz , se apoya sobre una piedra, y su madre angustiada, que en vano le extiende los brazos.

A la izquierda del cuadro nos encontramos con un cómplice que se encuentra de espaldas al espectador e intenta tirar de Cristo con una cuerda, mientras un segundo cómplice, amenazando con una lanza levantada, parece estar empujando la cruz hacia abajo. Simón el personaje que se encuentra detrás de Cristo, se ha acercado a Cristo y esta cogiendo la cruz con ambas manos, al mismo tiempo fijando una mirada desafiante en los cómplices. A la derecha, rodeada de dos lejanas Marías y San Juan apóstol, María se arrodilla y dobla hacia su hijo con un gesto empático.  El gesto está realzado por María de Cleofas, que está detrás de la madre de Cristo y lo mira con solemne tristeza.  Por encima de las mujeres, un pelotón de  caballería romana asoma por una puerta. Su joven líder esta dirigiendo una orden hacia Simón. A su lado, un judío, fácilmente identificable por el exótico turbante. El grupo de jinetes está equilibrado, a la izquierda por otro jinete, mostrado desde detrás. El casco guía la mirada del jinete hacia el amplio espacio, mientras en el plano medio la procesión con los otros dos ladrones y otros puede ser observada, y en el fondo el Calvario con las cruces ya levantadas se encuentra una muchedumbre.

En cuanto a la tonalidad cromática de la obra hemos de decir que a simple golpe de vista, nuestra atención recae en los rojos de la bandera en el lado izquierdo de la obra y en la túnica roja de una de las santas mujeres; estos dos puntos claves de atención equilibra los demás colores armoniosos de la composición, y en un segundo aspecto también cabe resaltar el amarillo más apagado del hombre que se encuentra de espaldas en primer plano, que hace que el equilibrio de la composición sea único y perfecto.
En cuanto a la luz de la obra nos estamos ya acercando a una características que posteriormente será muy desarrollada en el barroco, me refiero a los diferentes puntos de luz que puede existir en las obras plásticas, sinos retrotraemos en la historia de la pintura podemos poner el ejemplo de La Anunciación, de Fran Angélico en el que la luz entra por un único punto de vista. Sin embargo en esta obra el enfoque iluminativo se encuentra en el lado izquierdo, que entra muy tenuemente, y por otro lado con mucha menos importancia lo encontramos en el atardecer del margen derecho de la obra; de esta forma se juega con los colores creando un cambio cromático y de iluminaciones tanto en los rostros como en las figuras, por lo tanto se crea un claroscuro que realza sin duda las expresiones. 

 Esta obra refleja el interés de Rafael por la representación de estados físicos y psicológicos extremos. El tono retórico de la obra y su compleja pero clara composición, distribuida en torno a dos diagonales que convergen en la figura de Cristo, remite a los cartones para tapices del Vaticano.

El Pasmo muestra la posición oficial de la Iglesia en el debate sobre la naturaleza del dolor de la Virgen durante la Pasión de Cristo, al mostrarla sufriente y compasiva pero consciente y no desmayada.


Firmado en el centro del margen inferior sobre una piedra.

Esta obra como ya sabemos siempre a sido muy apreciada. Se puede suponer lo que significó para la Historia del Arte esta obra de Rafael si se observa la complejidad de la escena, el desarrollo de la historia que presenta, el clasicismo y perfección de las figuras que la conforman, y siempre recordando que fue pintada hacia 1516. En esas fechas significaba un gran avance la adelantada pintura italiana; en España, por ejemplo, aún se estaban haciendo obras como La visitación, del Maestro Perea, La Magdalena y tres santos dominicos, de Juan de Borgoña y La vocación de Santa Catalina de Siena, de Pedro de la Romana.

Esta pintura fue encargada por Jacobo Basilio, para el Monasterio de Santa Maria dello Spasimo en Palermo, de donde deriva su nombre popular, El Pasmo de Sicilia. La iglesia fue dedicada a la congoja y agonía (spasimo) experimentada por la Virgen al contemplar el sufrimiento de Cristo.
La crítica señala las deudas de Rafael hacia grabados nórdicos de Schongauer, Durero y Lucas de Leyden.


Cuadro alabadísimo desde su ejecución, en torno a él se han generado historias no siempre verosímiles, y recientemente se ha cuestionado la veracidad del naufragio que, según Vasari, sufrió en su traslado, demasiado coincidente con las milagrosas circunstancias que rodearon la llegada a Sicilia en la Edad Media de una de sus imágenes más famosas: la Annunziata de Trapani.

El virrey de Sicilia logró la cesión del cuadro a Felipe IV, quien lo destinó en 1661 al altar mayor de la capilla del Alcázar.
Esta obra consta de un especial valor ya que siempre se le dio en la colección de los reyes españoles, desde que lo consiguió Felipe IV a cambio de mucho dinero. Cuando la muerte del rey Fernando VII, que había fundado este Museo en 1819 con las colecciones reunidas por sus antecesores, se tasaron (valoraron) sus pertenencias artísticas para repartirlas como herencia entre sus dos hijas (cosa que no llegó afortunadamente a hacerse), este cuadro se valoró en un millón de pesetas (en 1834), y fue la tasación más alta con mucha diferencia de todas las pinturas. El total de cuadros del rey, depositados en el Prado, se valoró entorno a ocho millones de pesetas.
Tan solo las Meninas de Velázquez fueron valoradas por cien mil pesetas, y el retrato de Carlos V en la Batalla de Mühlberg de Tiziano (cincuenta mil pesetas).
El cuadro está en su mayoría está en un pésimo estado, aunque la vieja creencia de que fue dañado durante una tormenta en el mar es probablemente una leyenda. Durante su estancia en París, el cuadro fue trasferido de madera a lona por Hacquin, restaurado bajo la supervisión de Feteol Bonnemaison; éste último, posteriormente, realizo una copia para el duque de Wellington. Dussler ya había notado que el soporte original presentaba grandes grietas. La limpieza en 1983 volvió a mostrar su estado crítico. Fotógrafos técnicos documentaron numerosas pérdidas y sobrepintura (pintura encima del cuadro) sobre la mayoría de la superficie, algunas de las cuales son apreciables a simple vista.
La existencia del cuadro está relacionada de cerca con la donación realizada por de’Rosolmini en 1500, que permitió la construcción de una iglesia en honor a la virgen con un monasterio en Palermo; el complejo debía ser administrado por los de Santa María del Bosco cerca de Calatamauro. Parece ser que el jurista Giacomo, marido de la patrona, actuó en nombre de su esposa y también firmo el contrato en Santa María del Bosco. Parece razonable pensar que también fue él el que disuadió a Rafael para pintar el motivo del altar.


Biografía del Artista: Rafael de Santi (o Sanzio) fue conocido más como Rafael de Urbino, por el lugar de su nacimiento. Nació en el seno de una tradicional familia de comerciantes de especias, en la que su padre, Giovanni, era pintor -al servicio de la corte de Urbino- y también poeta. Su madre era hija de otro comerciante local, y se llamaba María Ciorla. Ambos murieron -primero la madre- en un breve período de tiempo, en la niñez de Rafael; cuando murió su padre sólo contaba el hijo de doce años.

Giovanni Santi le había iniciado en el mundo del arte, enseñándole los principios de la pintura e introduciéndole en el ambiente culto y refinado de la corte de Urbino. Después de la muerte de su padre, Rafael permaneció por algún tiempo -hasta los dieciséis años- en talleres de discípulos paternos, empezando también a actuar como pintor independiente. Mucho debió ayudarle en el progreso de su arte el contacto directo con las esplendidas colecciones de cuadros y otros objetos artísticos que había reunido en su palacio de Urbino el duque Federico de Montefeltro, gran mecenas y exquisito coleccionista que había hecho de su ciudad uno de los más importantes centros culturales y artísticos de Italia.
A partir de los dieciséis/diecisiete años se estableció en la vecina Perugia donde trabajó en el taller de Pietro Vanucci, llamado el Perugino, dejándose influir por su estilo y por el de Pinturicchio, el pintor que dirigía aquel taller en las ausencias del maestro que trabajaba mucho fuera de la ciudad.
Desde 1504 hasta 1508 vivió en Florencia, a donde hubo de acudir atraído por el gran prestigio artístico de la ciudad que había sido durante el siglo XV el centro cultural de Italia. Allí coincidió con Leonardo y Miguel Ángel, de cuyos logros artísticos se hizo eco en su producción pictórica.

Desde los 25 años hasta su muerte, ocurrida cuando tenía 37, vivió y triunfó en Roma adonde había acudido reclamado por el papa Julio II para decorar sus <<estancias>>-sus habitaciones privadas-, recomendado por su paisano el arquitecto de San Pedro, Donato Bramante. Cumplió múltiples encargos de este papa y del siguiente- León X- y se consagró en Roma como el más importante pintor del más importante centro artístico.
Murió en 1520, a consecuencia de un ataque de malaria y, después de unos multitudinarios funerales, fue enterrado en el Panteón de Roma.


Es muy frecuente hacer comparaciones entre los dos grandes genios del Renacimiento-Miguel Ángel y Rafael- incluso en aspectos referidos a sus personalidades. Si Miguel Ángel ejemplifica el genio solitario, Rafael pertenece al tipo opuesto: el artista como hombre de mundo.
Frente al tono heroísmo y tragedia que parece envolver la vida y la obra de Miguel Ángel, Rafael fue un hombre brillante y mundano, de naturaleza enfermiza y físicamente débil de espíritu apasionado.
Rafael supo inspirarse en el estilo de sus predecesores y contemporáneos, pero fundiendo todos los estilos con su propia personalidad basada en la proporción y la medida, en la belleza ideal y en la elegancia.

Físicamente era una persona de complexión débil, más bien pequeño de cuerpo, de ojos grandes, de mirar dulce y expresión ingenua, de tez pálida y de largos cabellos negros. Desde su temprana juventud fue un hombre culto, dotado de una personalidad refinada y elegante y de una sensibilidad exquisita. El éxito y la riqueza le acompañaron siempre a lo largo de su vida.
Su fama fue inmensa en la Roma de los Papas, en la que actuó como pintor y también como arquitecto -sucedió a Bramante en las obras de San Pedro-, y como Inspectos de las antigüedades romanas.
Su muerte fue acompañada del duelo de toda la ciudad. Y sobre su tumba en el Partenón antiguo templo romano del siglo I- se grabaron estos sentidos versos del poeta Bembo: Aquí ser vencida por el. Ahora que él ha muerto, (la naturaleza) teme morir >>.


Rafaél vivió en el cambio del S. XV al S. XVI (1483-1520). En esos tiempos la Italia que actualmente conocemos estaba fragmentada en una larga serie de pequeños estados de muy diferentes sistemas de gobierno; había monarquías, principados, ducados, señorios, repúblicas. Cada uno de aquellos miniestados se organizaba como los estados grandes y, como ellos, tenía su ejército, su gobierno, su corte, sus mecenas y sus artistas, ya que procuraban también culturalmente competir con sus vecinos. Conviene recordar que esta fragmentación -aun que con el paso del tiempo fue reduciéndose a sólo unos cuantos estados más grandes- perduró hasta el siglo XIX, en el que se produjo la unificación italiana y se creó el estado de Italia.

Rafaél estuvo viviendo y trabajando en Urbino donde nació, en Perugia eran las capitales de pequeños estados de su mismo nombre; Florencia y en Roma. Urbino y Perugia eran las capitales de pequeños estados de su mismo nombre; Florencia lo era del de Toscana; y Roma de los muy extensos Estados Pontificios.
La ciudad de Roma se convirtió a principios del siglo XVI en el gran centro cultural y artístico de Italia; sucesivos papas (Julio II, León X, Clemente VII..), que eran a la vez jefes religiosos y también políticos, quisieron convertir su capital en una evocación del gran poderío que había tenido la antigua Roma Imperial. Y en torno a la construcción del gran templo de San Pedro del Vaticano -pretendido gran centro de toda la cristiandad. Hicieron de Roma un enclave monumental y artístico al que supieron atraer a los más grandes artistas de la península. Ciertamente nunca se ha repetido después una tal concentración de genios en un solo lugar. Poco después de la muerte de Rafael, Roma experimentó dificultades importantes. Como capital del mundo cristiano tuvo que hacer frente a la división religiosa que determinó la crisis de la Reforma de Lutero. (en 1527) un sangriento asalto por parte de las tropas protestantes del ejército del emperador de Carlos V: la ciudad fue saqueada, el Papa hubo de abandonarla temporalmente, y los muchos artistas allí concentrados comenzaron a desperdigarse por otras cortes italianas.

El Renacimiento-ese período de serenidad y perfección que tiene en Rafael uno de sus mejores representantes- entro en crisis en esas primeras décadas del siglo XVI, y se produjeron muchos cambios que darían lugar a un nuevo estilo artístico.


             Temas y aspectos estilisticos en las obras de Rafael.

TEMAS:

Rafael cultivó la pintura religiosa, el retrato, los temas mitológicos y las alegorías; y en todas ellas dio cuenta de su inagotable invención y de su extraordinaria facilidad para la composición, siempre moderado y sin llegar nunca a desmesuras de movimiento y de expresión. Su pintura es tan clara, severa, acabada y perfecta, que llega a rozar lo distante; eso ha hecho que en algunos períodos históricos se le haya considerado pintor frío y sin emoción en su comunicación con el espectador; por ello es el ejemplo máximo de clasicismo idealista. Él mismo escribió que <<un pintor tiene la obligación de hacer las cosas no como las hace la naturaleza, sino como debería hacerlas>>.

Su pintura religiosa- la más abundante por otra parte en la producción de Rafael recogida en el Museo del Prado- se centró fundamentalmente en representaciones de la Virgen con el Niño- <<Madonnas>>-(de las que llegó a pintar más de treinta) y Sagrada Familias a las que ya desde antiguo se ha nombrado-para distinguirlas- con: la referencia a algún detalle de su composición: <<del pajarito>>, <<del cordero >>... También hizo pintura religiosa de asuntos bíblicos, evangélicos, de historia de la Iglesia (en los murales del Vaticano), y de las vidas de los santos; con temas de los Hechos de los Apóstoles hizo cartones para tapices destinados a la Capilla Sixtina.

Como retratista -género que ya había cultivado con éxito en su juventud florentina- fue el artista más solicitado de la Roma papal; sólo Sebastiano del Piombo pudo luego sucederle. Algunos de sus retratos -como el del papa Julio II, su protector y mecenas- han quedado después como modelo de retratos papales en la Historia del Arte. Otros han quedado como prototipos del status de los retratados: así sucede con El cardenal del Museo del Prado.
Cultivó también los temas mitológicos que recuperó el movimiento humanista del Renacimiento, deseoso de imitar los asuntos del clasicismo antiguo. En este tono trabajó Rafael en las pinturas murales que le encargó el banquero Agostino Chigi para decorar su lujosa villa romana de la Farnesina (Triunfo de Galatea).
Las alegorías que representó en las pinturas murales de las stanze (estancias= habitaciones) papales y en las loggie (lonjas) del Vaticano, reflejan también el pensamiento del humanismo romano. Se exalta la Teología en La Disputa del Santisimo Sacramento, la Poesía en El Parnaso, la Filosofía en La escuela de Atenas, y el Derecho civil y religioso en Justiniano y Gregorio IX.

ASPECTOS ESTILÍSTICOS:

Estudiamos aquí los elementos que se dan en toda obra pictórica y que permiten reconocer y valorar el estilo de cada pintor; son el dibujo, el colorido, los modos de tratar la luz y el movimiento, y la manera de componer.
En el caso de Rafael conviene también tener en cuenta que la valoración de su estilo, paradigma de la serenidad y el clasicismo, ha pasado por diferentes momentos. Su perfección no se ha discutido nunca, pero los diferentes momentos. Su perfección no se ha discutido nunca, pero los diferentes períodos artísticos han considerado de diferente manera esta perfección: Por ejemplo los románticos del (XIX) consideraros su <<armonía>> como excesiva y alejada del <<tormento>> que para ellos debía ser la pintura, A su, y con frecuencia, su papel ha sido emparejado al del también renacentista, pero más <<terrible, Miguel Ángel: cuando se ha valorado a Miguel Ángel ha bajado el papel de Rafael, y cuando se ha consagrado la <<quietud>> de Rafael se ha infravalorado el <<tumulto>> de Miguel Ángel.
En cuanto a la técnica de su dibujo, éste fue siempre puro y serena, con dominio de las líneas curvas y con evocación de la estatuaria clásica. El predominio del dibujo en sus composiciones fue definitivo en sus etapas de Perugia y Florencia; en su trabajo de Roma se simplificó considerablemente.

Los colores en las pinturas de Rafael son igualmente serenos y armónicos, y parecen estar siempre al servicio de la monumentalidad de sus figuras. Son colores cálidos siempre, pero ceñidos al predominio del dibujo. Su colorido no alcanza nunca los lujos venecianos de su contemporáneo Tiziano.
Su tratamiento en la Luz debe mucho, y más en algunas de sus épocas, a las innovaciones leonardescas del sfumato, ese modo de tratar la luz de manera tenue y despaciosa en el paso de las zonas iluminadas a las zonas oscuras. Este tratamiento leonardesco (y a Rafael le influyó extraordinariamente en su etapa florentina), determina que una gran suavidad de penumbra modele blandamente las figuras.
El movimiento en las obras de Rafael es siempre mesurado y tranquilo; nunca aparecen en sus composiciones las torsiones y violencias de la pintura miguelangelesca. Su movimiento es siempre contenido, y sólo en sus últimas obras tiene un protagonismo que adelanta el posterior Manierismo.
En cuanto a la composición-la ordenación de las figuras y objetos en una pintura para presentar la escena que se pretende- Rafael es uno de los pintores más interesantes de la historia de la pintura: su imaginación inventiva y su arte de componer son inigualables. Realizó composiciones tan complejas y en ocasiones tan llenas de figuras y argumento -en las estancias del Vaticano por ejemplo- que a veces se cae en el riesgo de olvidar que fueron hechas en las primeras décadas del S. XVI; organizaciones compositivas tan complejas como las suyas y las de Miguel Ángel (Capilla Sixtina) no volverán a darse en la pintura hasta los siglos del Barroco. 


Conclusión: Esta obra monumental expuesta en el Museo del Prado de Madrid de
Rafael Sanzio, es una de las que como ya hemos visto tiene diversas
 historias en cuanto a su adquisición por el Rey Felipe IV. Sin embargo lo que más enriquece a esta obra según mi opinión no es su fortuna crítica sino la gran simbología que mantiene, no por ser una obra basada en los textos apócrifos sino en general por el enfoque que le ha otorgado el pintor en el momento de su ejecución.

Hemos de valorarla como un Icono  sensacionalista y renovador en cuanto a todas las obras que alberga el Museo Nacional del Prado, puesto que hemos visto que es la más cara de todas, pero debemos realizar un punto de inflexión y pensar si esta gran fortuna económica para nuestro país se debe por su ¿historia o por su técnica?.

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