martes, 12 de abril de 2011

Patio de los Leones - La Alhambra

Esto es un trabajo que presenté hace dos años, para una asignatura de arte islámico en la UAM.
Para poder hacerlo me fui tres dias allí. Y creo que fué una de las mejores visitas que hice a La Alhambra, ya que lo vi de dia y de noche, y fue una experiencia espectacular el ver anochecer desde la alcazaba.



 1. EL ARTE NAZARÍ.


A partir de la victoria en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) se abrirá el acceso al valle del Guadalquivir de los ejércitos cristianos. A mediados del siglo XIII el poder almohade ha desaparecido, especialmente tras la conquista de Córdoba (1236) y Sevilla (1248), y los castellanos se han apoderado de la mayor parte del corazón territorial de Al-Andalus. Durante este proceso de disolución del dominio almohade aparecieron efímeros gobiernos locales musulmanes que corresponden a las llamadas terceras taifas. A partir de 1232, desde la zona de Arjona (Jaén), se hace con el gobierno Muhammad  Banu Nasr. En los años siguientes extenderá sus dominios hasta establecer su capital en Granada en 1237. Con él se inicia el último período de la historia del Islam español, el del reino de Granada bajo la dinastía nazarí, que durará hasta la definitiva reconquista por los Reyes Católicos en 1492. Durante esos más de dos siglos y medio reino de Granada sobrevive entre el poder de Castilla, de la que empezó siendo vasallo, y el meriní norteafricano. Este difícil equilibrio se vio favorecido por la capacidad comercial del reino nazarí, cuyas relaciones mercantiles mediterráneas, notables con Italia, le aportaron ciertas épocas de relativas riqueza e independencia económica.
El arte nazarí representa, por lo tanto, el último capítulo del arte hispanomusulmán como arte creado bajo poder político islámico. Dadas las circunstancias históricas en las que surge y se desarrolla se podría suponer como una época de limitaciones a las grandes creaciones artísticas. Y lo es, hasta cierto punto, si lo comparamos con algunos de los tiempos de máximo esplendor del arte hispanomusulmán. Pero de ninguna manera es un momento de expresión artística en declive, ni es esa en absoluto la imagen que da. La Alambra de Granada es argumento más que suficiente para demostrarlo. Pero, además, el arte nazarí no es sólo la Alambra. Es, por una parte, continuador de las tradiciones artísticas hispanomusulmanas, desde las raíces omeyas hasta la herencia directa de lo almohade, a lo que suma unas especiales dosis de creatividad. Al mismo tiempo desarrolla aspectos en paralelo con el arte andalusí: la influencia cristiana. Ésta se hace presente en formas que conectan con el arte gótico y el mudéjar.

Las relaciones del arte nazarí con el mudéjar son particularmente importantes. Por una parte, se da un fenómeno de intercambios artísticos que vinculan Granada con focos mudéjares, Sevilla y Toledo especialmente. El caso de las obras realizadas contemporáneamente por Pedro I de Castilla y el sultán Muhammad V son destacado ejemplo de ello. Por otro lado, la influencia de lo nazarí es fundamental en las creaciones artísticas mudéjares a partir del siglo XIV, especialmente apreciable en las artes suntuarias y decorativas.
Todas estas circunstancias determinan una parte importante de las características del arte nazarí. Aunque limitado en ciertos aspectos, aún muestra la riqueza, creatividad y asimilación propias del arte hispanomusulmán. Tanto en lo arquitectónico como en lo ornamental demuestra una gran armonía proporcional. Su tradicional inclinación a la exuberancia decorativa se ve acentuada por las circunstancias, alcanzando cotas máximas de virtuosismo a la hora de revestir materiales constructivos, habitualmente de poca calidad. La epigrafía alcanza en la decoración arquitectónica cotas verdaderamente excepcionales.
Ciertos elementos arquitectónicos se convierten en característicos del arte nazarí, bien por su novedad o por alcanzar niveles de calidad o complejidad superiores a lo anterior hispanomusulmán. La columna de mármol es el soporte más utilizado, y cuenta con un fino fuste cilíndrico y amplia basa. Sobre ella, el capitel nazarí tiene una acusada personalidad, aunque derive de los almohades. Se compone de dos partes bien diferenciadas: la inferior es cilíndrica, a modo de prolongación del fuste, mientras la superior, más desarrollada, tiene forma de paralelepípedo de base cuadrada, y es la que concentra mayor ornamentación, fundamentalmente floral de ataurique, aunque también se haga presente en escritura o con mocárabes; la parte inferior muestra una decoración de hoja lisa continua con poco relieve y aspecto de cinta. Los arcos recogen la amplia variedad de la arquitectura anterior hispanomusulmana, incluyendo gran parte de sus formas más habituales. Sin embargo, algún tipo de arco, como el angrelado, se hace especialmente frecuente y característico por lo prolijo de su decoración, especialmente evidente en el menudo festoneado y la ornamentación de su intradós. Las secuencias de arcos, en grupos de tres, cinco o siete, destacando el central sobre los laterales, es fórmula frecuente, especialmente en pórticos y galerías. Las decoraciones geométricas complejas, generalmente derivadas de las redes de sebka, y a veces caladas, son frecuentes en las albanegas y en muchos paramentos murales. Las ventanas acostumbraban a cerrarse con celosías en las que la riqueza de las decoraciones de lazo se vuelve a hacer evidente. Los mocárabes continúan la tradición almohade, pero alcanzan niveles nunca vistos antes en Al-Andalus.  Se emplea en capiteles, con arcos, frisos y trompas, pero donde se hace patente todo su esplendor es en las cubiertas, que llegan a su máxima belleza y complejidad en este período. Las armaduras de madera, derivadas de las cubiertas ya desarrolladas en la arquitectura almohade, también alcanzan elevadas cotas de calidad. Techos nazaríes de diseños muy variados, con estructuras y decoraciones apeinazadas o ataujeradas, se construirán contemporáneamente a ejemplos mudéjares, y en ocasiones les servirán de modelo. En las soluciones decorativas que cubren los muros se hace característica la utilización de la cerámica, en alicatados y azulejos, y de los estucos y yesos. Los motivos decorativos empleados en ellos se continuarán por encima en techumbres y aleros de madera, estos últimos con frecuencia en acusados voladizos.
Lo más destacado llegado hasta nuestro días del arte nazarí se encuentra en las variadas manifestaciones de la arquitecura civil, palatina y militar, frecuentemente en proyectos vinculados al sultanato, y en las creaciones artísticas suntuarias. La Alhambra es supremo testimonio de ello la arquitectura religiosa parece haber tenido una menor importancia, y la escasez de ejemplos conservados limita aún más su conocimiento. La gran ciudad palatina vuelve a ser en este aspecto nuestra mejor referencia.

Se puede distinguir cuatro periodos dentro del arte nazarí. El primero abarca los reinados de Muhammad I, su hijo Muhammad II, y sus nietos Muhammad III y Nasr, desde 1232 hasta 1314. En el se percibe la persistencia y adaptación de las fórmulas artísticas almohades, así como la evolución del núcleo arquitectónico en el que residía el soberano. Se distinguen tres tipologías, la primera representada por el palacio de los Abencerrajes y el cuarto real de Santo Domingo; el segundo por el Generalife y el Palacio del Convento de San Francisco, y el tercero por el Partal.
EL segundo período se inicia con Ismail I en 1314 y culmina con el sultanato de Yusuf I (1333-1354). Es cuando se da paso a la arquitectura monumental y se alcanza la máxima pureza ornamental y decorativa del arte nazarí. En el se crea el modelo residencial clásico de la arquitectura palatina nazarí, que cristaliza en la reforma del Generalife y en el núcleo norte del Palacio de Comares
EL tercer periodo corresponde al reinado de Muhammad V (1354-1359 y 1362-1391), con él se contempla la definición del espacio palatinado clásico, en el conjunto del palacio de los Leones. También entonces se alcanza gran riqueza y preciosismo en soluciones de arquitectura y decoración, y se pone de manifiesto la influencia del arte cristiano.
El cuarto y último período se desarrolla esencialmente bajo Muhammad VII y Yusuf III, entre 1392 y 1417. Es un período artístico recurrente, en el que se acude a esquemas arquitectónicos ya conocidos. Se consiguen, no obstante, ciertos logros arquitectónicos, pero cuya ornamentación no suele estar a la misma altura. En tiempos de Yusuf III, aún se producen algunas piezas decorativas de elevada calidad.

2. EL GENERALIFE Y LA ALHAMBRA DE GRANADA.

Los dos conjuntos más famosos del arte nazarí se hallan en Granada,  y son
El Generalife y la Alhambra.




El Generalife se halla emplazado en una colina, frente a la Alhambra, y constituye una gran finca agropecuaria con huertas en terraza y amplia dehesa para el ganado, con una residencia de descanso y placer para el sultán; fue mandado edificar por Muhammad II (1273-1302) y reformado en el año 1319 por el sultán Ismail. La residencia es un palacio con patio de crucero, patio que ésta longitudinalmente atravesado por la acequia real, y cuyo pórtico norte ofrece la característica secuencia de estancias de la arquitectura nazarí: un pórtico de cinco arcos, un salón con alcobas laterales y una torre mirador. En el Generalife se dan, pues, los dos tipos de jardín musulmán: el histórico de tipo persa, con patio de crucero, ya visto en el Patio de la Acequia, y el jardín coránico, con árboles altos, que proyectan sombra y riachuelos de agua fluyente, en la llamada Escalera del Agua. Su significado es la de Jardín del alto Paraíso.


La Alhambra es una ciudad palatina fortificada, residencia de la corte de los sultanes nazaríes, emplazada en la parte más elevada de una colina, llamada Sabika, que se alza a la izquierda del río Darro, frente al Albaicín. El sultán Muhammad I levantó a partir de 1238 el recinto amurallado de la Alhambra, alargado en dirección este-oeste, y lo dotó en la parte más occidental de una alcazaba o recinto militar, a modo de proa de barco. La alcazaba tiene planta trapezoidal irregular, con la torre de la Vela o de la Campana en la parte más avanzada, a occidente, mientras que en la parte oriental se alza la llamada torre del Homenaje, de carácter sobrio y militar, cuya tipología tiene su precedente en la Torre del Trovador de La Aljafería de Zaragoza, con la vivienda de primer sultán en su parte alta. En el patio de armas de la Alcazaba, dividido en dos por una calle, en la cual se dispone un barrio de casas para la guardia con sus respectivos baños.
El palacio más antiguo de la Alhambra es el Partal, que significa el pórtico, construido por Muhammad III (1303-1309); el Partal responde a la tipología de vivienda musulmana sin patio, denominada tipo qubba, es decir, está formado por un pabellón real cubierto con cúpula, la sala interior de la torre de las Damas, y ante él una alberca. Es la misma tipología que se había dado tanto en el Cuarto Real de Santo Domingo como en el Alcazar Genil, en Granada.
El arte nazarí de la Alhambra alcanza su máximo esplendor en el siglo XIV, en época de los sultanes Yusuf I (1333-1354) y Muhammad V (1354-1359 y 1362-1391), que son dos grandes sultanes constructores; a Yusuf I le corresponde, entre otras obras, además de la reconstrucción del baño Real, las Puertas de la Justicia (datada epigráficamente en 1348) y de las Armas, la torre de la Cautiva y el torreón de Comares, su aula regia; a Muhammad V le corresponde el palacio de los Leones y la remodelación del palacio de Comares, además de la puerta del Vino.
Sin duda, los dos conjuntos palatinos más famosos de la Alhambra son los palacios de Comares y de los Leones, que configuraran tras la conquista cristiana de Granada la llamada Casa Real Vieja, para diferenciarla del palacio mandado edificar por el emperador Carlos V.
En el ángulo entre los palacios de Comares y Leones, emplazado en una terraza inferior, se halla, el Baño Real, remodelado ya  por Yusuf I, cuya estructura sigue la del Bañuelo granadino de siglo XI. La presencia del Baño Real condicionó por completo la disposición de los palacios de Comares y Leones, a los que sirve. El Baño consta de tres partes claramente diferenciadas: la primera está formada por la llamada Sala de las Camas, que dispone en su parte alta la vivienda para el guardián y en la parte baja, la sala para vestuario, masajes y conservaciones; la segunda está integrada por las salas calientes, tres en total, cuyas bóvedas presentan tragaluces estrellados para iluminación cenital y para sangrar el vapor: por último, aislados, el horno y las leñeras de servicio.

La Alhambra constituye el auténtico canto del cisne del arte hispanomusulmán. Fue realizada sin las posibilidades y los recursos de épocas anteriores, siendo su finalización incomparable con ciudades palatinas como Madinat al-Zahra, de la que tal vez sería, sí esta última se conservase de forma equivalente, un pálido reflejo. Y ahí radica gran parte de su importancia. La belleza de sus formas, el virtuosismo de sus decoraciones, la variedad de sus soluciones constructivas, la riqueza de sus espacios, la impactante hermosura de su imagen, son testimonio no sólo de sus propios valores y de los del arte nazarí, sino de los de todo el arte hispanomusulmán.
La admiración por la Alhambra como monumento histórico-artístico universal se desarrolló especialmente desde el siglo XIX. Su valoración está ligada en parte al elogio que de ella hicieron artistas de toda índole y procedencia que la convirtieron en inspiración y objeto de sus creaciones. La ensalzaron viajeros como Richard Ford, escritores como Washington Irving y multitud de pintores.

Como tal ciudad, la Alhambra puede y debe ser vista desde un punto de vista urbanístico. Y, aunque no fuese planeada desde el principio de una forma sistemática, se configura en relación con tres ejes longitudinales: el mal llamado foso, la calle Real Alta y la calle Real Baja. La mayor parte de lo que en ella se edifica está en cierta medida condicionado por el perímetro amurallado y por estos ejes.

La Alhambra persistió, pues, a través del tiempo hasta nuestros días, pero no sin muchos deterioros, transformaciones y destrucciones. Las labores de restauración y recuperación realizadas han sido importantísimas. Hay que tener presente que con frecuencia las arquitecturas y decoraciones que hoy vemos impecables son resultado de ellas, incluso en porcentajes muy amplios.
Los jardines, la presencia constante de agua y de la vegetación son aspectos esenciales de este carácter islámico. Vinculado a sus tradiciones originales étnicas y geográficas, el musulmán entiende en la idea del oasis la culminación de sus expectativas residenciales, aun cuando como aquí esté ya muy lejos, en todos los sentido, del desierto y del nomadismo que está en sus raíces. Este concepto, presente ya en la arquitectura doméstica, alcanza su máximo nivel de sofisticación en la Alhambra.

No en vano, y muy acertadamente, la Alhambra ha llegado a ser calificada como “la edificación más lujosa del mundo”. En efecto, los edificios contienen, en su interior, a modo de inigualable encuadernación, numerosísimos ejemplos literarios como el precedente que los enriquecen de varias maneras.
Hay que recordar además, que estos palacios que admiramos y describimos como deslumbrantes están en realidad desnudos. Lo que hoy podemos ver es tan solo la arquitectura y su decoración. Cuando fueron corte de los sultanes nazaríes, sus interiores estaban llenos de las mil y una variantes de obras de artes suntuarias y decorativas , tan intrínsecamente ligadas al sentido del lujo y del confort en el Islam.  

3. EL PALACIO DE LOS LEONES.

 Junto con el Palacio de Comares es el conjunto más destacado de la Alhambra en todos los sentidos. Denominado originalmente palacio del Riyad, su construcción está ligada a la figura del sultán Muhammad V. Fue concebido desde el principio como una unidad, circunstancia que sólo se da en la Alhambra en construcciones de mucha menor envergadura. En él se reúnen todas las características y refinamientos del arte nazarí de este tercer período. La riqueza y originalidad de sus formas arquitectónicas y decorativas lo han reconvertido, además, es una de las fuentes de imágenes más representativas y conocidas de la Alhambra. Su configuración lo hace más íntimo y recoleto que Comares. Probablemente ello se deba a haberse destinado a una función más residencial frente al carácter más público y protocolario que debió de mantener el palacio contiguo. Ello no impide, sin embargo , que en él aparezcan también espacios claramente concebidos con la intención de exaltar la presencia del sultán y de su corte, así como para albergar distintas celebraciones y ceremonias. No obstante, la función concreta para la que fue ideado el palacio de los Leones y cada una de sus partes sigue siendo una cuestión debatida.
El conjunto se dispone entorno a un patio de crucero con dos pabellones adelantados en sus lados menores. El modelo de patio de crucero ya aparece en el castillejo de Monteagudo (Murcia) a mediados del siglo XII, y se continúa utilizando en la arquitectura almohade, como podemos apreciar en el Real Alcázar de Sevilla; siglo XIII. Son los dos pabellones los que le aportan una gran dosis de originalidad al romper la continuidad de las arquerías, además de convertirse en elemento de tránsito entre el jardín y otros espacios cubiertos. Rematan sus interiores sendas cupulillas de madera de lazo de admirable calidad. El modelo arquitectónico del patio de los Leones con sus pabellones fue imitado en ejemplos como el patio de la mezquita de Al Qarawiyyin y el Harén del Palacio del Sultán, ambos en Fez (Marruecos).

El patio mismo es más bien pequeño (28,50 por 15,70 metros), y el pórtico que lo rodea, con dos pabellones saledizos, articula los lados del patio de manera extraordinariamente complicada; la primera impresión es que se trata de un patio cuyos componentes tienen sobre todo una finalidad estética.

En el centro del patio aparece la fuente que le da nombre a él y a todo el palacio. Las doce figuras de leones son esculturas de piedra, que muchos investigadores han considerado aprovechadas de época taifa, y que tal vez procedan de la residencia que ya exístia aquí antes de los palacios nazaríes. Sin embargo, otros autores opinan que son figuras realizadas en la misma época de Muhammad V.  Actualmente se encuentran en restauración . Por lo que he podido conocer, la restauración se inició en 2007. Los efectos del clima y de la cal del agua fueron demoledores con el paso de los siglos. Los técnicos se llevaron 11 leones (uno ya estaba restaurado y se expone en el Museo del Palacio de Carlos V, en la Alhambra) a un edificio cercano a los Jardines del Generalife.     

 (León restaurado)

En la restauración, que concluirá en 2010 y supone una inversión de 550.000 euros, se utilizan las tecnologías más avanzadas. En concreto, el uso del ya célebre escáner láser 3D (tres dimensiones) se ha revelado esencial. Las partes más afectadas son las orejas y algunas facciones de los rostros de las figuras. La taza y su base se escanearon en el patio, por lo que hoy nos encontramos en el centro del patio un gran cubo que alberga la

taza y rompe con toda la visión del entorno.
Sobre los leones se asienta la taza de mármol, que fue labrada sin duda en el siglo XIV, cuyo borde recorre una inscripción poética, probablemente de Ibn Zamrak. En ella se alude a la fuente misma, al discurrir del agua y al poder del sultán, resultando de nuevo muy representativa de la importante función que la epigrafía alcanza en la Alhambra.

Las acequias que recorren el patio se dirigen a los cuatro lados, penetrando en los pórticos y en algunas de las estancias, creando la sensación de un fluir constante que rompe los límites entre los espacios interiores y exteriores.   

 (Acequias, Patio de los Leones)

Los cuatro cuarteles hoy aparecen casi desnudos de vegetación y al mismo nivel. Puede que según otros ejemplos, estuvieran originalmente más bajos que los andadores y se cubrieran con plantas arbustivas de poca alzada, creando una superficie de verdor a la altura de los pies, sólo rota por algún arbolillo más destacado. Sin embargo, se ha apuntado que en este caso estuvo todo soldado con mármol, con alcorques destinados a árboles frutales.
El Patio es rectangular, alargado de Este a Oeste. 



 (Palacio de Comares)

Esta disposición contrasta con la habitual de otros núcleos de la Alhambra y con el próximo de Comares. Tal vez fue resultado de verse su construcción condicionada por otras edificaciones preexisten, como los baños reales. Todo su perímetro se rodea de pórticos con esbeltos arcos angrelados y finas decoraciones de yeso. El número de arcos y su forma está ordenado en secuencias que reflejan el refinamiento del diseño de todo el conjunto, incluyendo el trazado de plantas y alzados. La entrada original al palacio de los Leones se efectuaba por su ángulo Suroccidental, junto al pórtico de la estancia de ala Oeste, la llamada sala de Mocárabes, usada tal vez como vestíbulo o para funciones administrativas. Su nombre recuerda la cubierta original que tenía con este tipo de decoración, hoy desaparecida.


La zona fundamental esta situada al Norte. Tras pasar el pórtico se encuentra la sala de las Dos Hermanas, así llamada probablemente en referencia a los dos grandes losas de mármol que hay en el suelo, aunque su nombre original era el de Qubba Mayor. Las puertas de madera de entrada son originales, como ocurre con las de Abencerrajes. Esta estancia es una espectacular qubba, con dos alcobas laterales cubierta por una gran bóveda de mocárabes de base octogonal, con diseño estrellado y tambor con ventanas.
 

 (Sala de las dos hermanas)

Las paredes se cubren de decoraciones, entre las que destacan otras composiciones poéticas. Más hacia el Norte, tras una crujía transversal cubierta por una bóveda de mocárabes, llamada la sala de los Ajimices, se encuentra el mirador de Daraja. Es el lugar destinado al sultán, Muhammad V. 
 ( Ventanas de la Sala de los Aljimices).                  (Cubierta madera de vidriosde colores,
                                                                                   Sala de los Aljimies).

Consiste en un pequeño espacio de planta cuadrada cubierto por una armadura de madera con vidrios de colores. El lugar queda envuelto en riquísima decoración arquitectónica y se abre al exterior por vanos geminados en tres de sus frentes. A través de ellos el sultán podría contemplar el paisaje de Granada, al tiempo que éste servía de marco a su figura sedente, como señala el reducido pretil que lo rodea. Desgraciadamente, transformaciones posteriores, cerrando el jardín de Daraja, que ocupa el espacio bajo entre el mirador y la torre del Peinador de la Reina, ocultaron las vistas que otorgaban parte de su exquisitez a esta parte del palacio. Como ejemplo de su refinamiento, cabe mencionar que, situándose en el aposento privado que exístia en el segundo piso encima del pórtico, se podia disfrutar viendo el patio de los Leones hacia un lado y, hacia el otro, atravesando con la vista todas las estancias, la misma perspectiva que desde el mirador de Daraja.

Al otro lado del patio se encuentra el salón de los Abencerrajes. Su nombre lo vincula a la leyenda sobre la ejecución en este lugar de miembros de este noble linaje conectado en varios modos a la Alhambra. Debió de ser el lugar utilizado para reuniones y festines en días fríos. 

(Vista de la Sala de los Abencerrajes).



Cuenta con un segundo piso como vivienda privada. La parte principal es de nuevo una qubba con alcobas, más reducida pero no menos espléndida. En su centro, una fuente de mármol sirve de espejo para ver reflejado desde dentro lo que ya ha quedado oculto a la mirada directa de la fachada opuesta del patio.
 

 (Cúpula de la Sala de los Abencerrajes)

Sobre ella, la magnífica bóveda de mocárabes con forma de estrella compite en belleza con la de Dos Hermanas. La línea de ventanas de su tambor permite la entrada de una ancha faja de luz, que a ciertas horas de sol, le confiere una cierta sensación de ingravidez, como si la bóveda no estuviera realmente apoyada sino flotando sobre la sala. En este lado Sur del patio de los Leones se encuentra también un aljibe abovedado y parte de un pabellón-qubba de tiempos de Ismail I.

En el ala oeste sitúa la llamada sala de la justicia o de los Reyes. Probablemente se utilizaba durante el buen tiempo para reuniones y festines, en torno al sultán como lo sugieren su carácter abierto, complejidad arquitectónica y parte de su decoración.


 (Sala de la Justicia)

Cuenta con un espacio principal alargado, dispuesto en paralelo al pórtico de ese lado. Consta de siete tramos, alternándose mayores y más pequeños, de planta cuadrada y rectangular. Todos se cubren con magnificas bóvedas de mocárabes. Cada uno de ellos crea la sensación aparente de un cortinaje, acentuándose la percepción de espacio compartimentado por la matizada luz que penetra desde el patio. La imagen arquitectónica resultante, característica de un rico interior islámico, está entre las más sugerentes de la Alhambra.
Las decoraciones en yeso de muros y arcos de la sala de la justicia son especialmente representativas del período de Muhammad V, y es uno de los lugares donde más se acusan las semejanzas con las realizadas contemporáneamente para Pedro I en el Alcázar de Sevilla. Ello apoya la hipótesis de que hubiera unos mismos artistas o talleres trabajando para ambos monarcas, lo cual estaría en consonancia con las buenas relaciones entre ellos en este momento. Por otra parte, es un fenómenos que invita a recordar cómo fórmulas decorativas equivalentes aparecen en estos momentos finales de la Edad Media hispana asociadas tanto a obras mudéjares en territorio cristiano como a otras estrictamente hispanomusulmanas realizadas bajo dominio nazarí.
En las tres alcobas mayores del fondo de la sala aparecen pinturas figurativas cubriendo sus bóvedas. Se trata de pinturas realizadas sobre cuero y ajustadas a la forma alargada y curva de estos techos. Debieron de ser realizada entre 1365 y 1390 por pintores toledanos y dentro del estilo trecentista italo-gótico. Su carácter cristiano no sólo está relacionado con sus características técnicas y estilísticas, sino también con aspectos iconográficos. En la bóveda central aparece una serie de diez personajes sentados y ataviados a la usanza nazarí. En un principio fue interpretada como la representación de los sultanes granadinos de los siglos XIII y XIV, pero en realidad parece ser una escena palatina en la que se muestra a Muhammad V rodeado de sus cortesanos que se dirigen a él en actitud de respeto y pleitesía. Las representaciones pintadas en las alcobas laterales son especialmente interesantes por la mezcla de temas y personajes de origen islámico y cristiano. Son motivos relacionados con la literatura y tradiciones caballerescas, muchos de los cuales resultan inequívocamente cristianos, tanto desde el punto de vista formal como en su contenido. Entre ellos aparecen el castillo del amor, la fuente de la juventud, el salvaje y la doncella, la dama y el caballero jugando al ajedrez, el duelo a caballo y el caballero matando al león. Estas pinturas son uno de los ejemplos más destacados de la penetración de las influencias artísticas cristianas en el ámbito de lo hispanomusulmán de esta época, dentro de un fenómeno que podría calificarse como el reverso del mudéjar. (Actualmente esta estancia se encuentra cerrada al público, ya que se están restaurando las pinturas).





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